Era la tercera vez que contactaba a una escort por sus servicios. Mis dos primeras experiencias habían sido un desastre, pero el weón caliente iba de nuevo, sin aprender de los sendos watazos que me había pegado. Es que con los problemas en mi matrimonio, la pega y la crisis post 40, necesitaba un relax….(suena a excusa…..bueno, lo es).

A la chica de turno la vi en este Portal (La Logia, obvio). Sus fotos eran de calidad aficionado y tomadas con un smartphone, pero es el tipo de gráfico que prefiero porque da cierta garantía de lo que uno se va a encontrar. Me llamaron la atención sus piernas, con harta carne en las pantorrillas, y su trasero, redondito y grande, como a mí me gustan. Así que la llamé al toque.

Tengo que contarles yo soy un weón grande (1,90 y 95 kilos) así que atiné también a ver las medidas de la niña y pasaron el “quality assurance”: 1,60 decía. Bueno, es bien difícil encontrar niñas de más altura a menos que se trate de una weona tipo top model. Y para eso no hay presupuesto que aguante. Al fin y al cabo en la cama todos medimos lo mismo, …rara vez sobre los 20 centímetros (onofre?). Pero en lo que sí no tranzaba eran niñas bajo el 1,60 porque no estoy pa’ hacer helicópteros, orejas grandes con cabeza plana (que viejo el chiste), monito de taca-taca, ni otras weas raras.

Bueno, llego al lugar acordado y la llamo nuevamente. Me contesta, pero me dice si la puedo esperar un ratito que aún no está lista. —Uff, ‘tate, me dije. Esto tiene pinta a otro watazo más. ¡Cómo tanta mala cuea!. ¡Y sin plan B !! (no tenía idea que siempre a estos encuentros hay que ir con uno). Así que resignado le respondo: “Ok, te espero …”. Fueron más de 20 minutos parado en un kiosco leyendo las portadas de los diarios. Aproveché de comprarme unos chicles para refrescar el aliento y una bebida energética….

El viejo del kiosco ya se estaba poniendo cachudo cuando recibo el llamado de la chiquilla. Me dice que está lista, que tengo que subir al tercer piso, pero que no hay conserje y que tampoco hay quien abra la puerta principal del recinto. Así que me va a tirar las llaves de la puerta por la ventana. ―What? Qué xuxa?, le dije. Y en eso asoma su cabecita por la ventana y me muestra las llaves. Y mi sorpresa fue mayor cuando logro divisarla: La mina tenía el pelo rojo…..rojo maraco intenso, como una vez leí por acá….

¡Qué más mal podía seguir esta weá!. Me armé de valor y traté al menos de agarrar las llaves en el vuelo. No lo logré y sonaron estrepitosamente en la vereda. Fue como si a la calle le hubiesen apretado el botón de “Pausa”: un silencio de ultratumba y todos los weones que pasaban mirándome. Trato de disimular la weá. Recojo las llaves y cuando voy a introducirlas en la chapa de la puerta, un weón que me estaba sacando la película hacía un buen rato me dice, con una sonrisa de oreja a oreja: “Está abierto compadre, entre no más”. Sólo atino a levantar el pulgar hacia arriba y darle las gracias. Me acuerdo de todo esto y todavía me cago de la risa…..las weas que uno hace en un momento de calentura.

Subí las escaleras hacia el tercer piso. Golpeó la puerta, se escuchan unos tacos corriendo y aparece ella. Con cuea rasguñaba el 1,60 y eso que estaba con sendos tacos. Pero me recibe con un beso y rápidamente se da vuelta, sabiendo que esa era su mejor carta de presentación. Y lo era. Cagué no más cuando vi ese lindo culito. Se me olvidó la espera, el weón sapo de la calle y la altura de la chiquilla.

(Continúa)