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Caballero
- Poder de reputación
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En mi opinión, que hay mujeres y hombres que por su sólo aspecto seducen, los hay. No se quién podrÃÂ*a negarlo. Ahora, ellas y ellos sólo nacieron con cierta ventaja o con “un punto de base” como se decÃÂ*a antiguamente.
Bueno, y para aquellos que no nacimos con “punto de base”, he aquÃÂ* nuestra primera angustia: Ellos se buscan entre ellos, se casan entre ellos y entre ellos tienen hijos que van seguir destacando por su aspecto sensual. Que excepciones hay, las hay.
Ahora, como no hay que llorar sobre la leche derramada y menos conformarse con el premio de consuelo para el rey de lo que botó la ola, hay que decir que el resto no nos podemos echar a morir y tampoco desfallecer. Hay que apechugar con lo que hay, porque siempre hay.
Yo, por ejemplo, hago milagros, que no es otra cosa que convertir un simple detalle en algo extraordinario. Y, créanme, no es tan difÃÂ*cil. Es más difÃÂ*cil que la gente acepte que los milagros realmente existen.
La sensualidad, y su hermana la seducción, es un juego y un juego que puede jugar cualquiera. Chico, alto, gordo , flaco, pelao, chascón, etc, etc, etc.
A veces, la sensualidad supone actuación y otras, cierta afectación, especialmente en aquel que se las da de seductor y que exige que el otro u otra lo reconozca como tal. ¿Acaso no se han topado con tipos o tipas que andan por la vida requeterrrrrecontra convencidos de que todos están a sus pies? Éstos ni siquiera imaginan que el secreto de su sensualidad le pertenece a otro. A decir verdad, por eso preguntan que tan sensuales o seductores son.
El secreto del seductor y de la sensualidad, le pertenece al seducido, pues es éste, o ésta, al fin y al cabo, quién le otorga el carácter de fascinante al Seductor. Por eso, y no por otra cosa, es que a todos no nos seduce o resulta sensual lo mismo, o ¿no?
A todo esto, mucho ojo con la seducción y con la sensualidad, pues en ellas muchas veces jugamos a ser otros o un poco de todos. Ojo, digo, porque a fin de cuentas lo que queremos es ser amados por lo que somos y no somos más que nosotros mismos.
Pucha, Manuelita, no sabe cuanto le agradezco que me haya dado la oportunidad de jugar y … “jugar, por jugar, sin tener que morir o matar”, como dijo Sabina.
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